3.17.2007

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De niños nos enseñan a enfrentarnos a distintas situaciones. Desde limpiar los zapatos antes de entrar a una habitación hasta saludar a la gente presente en algún lugar, aunque sean perfectos desconocidos. Los problemas vienen cuando los niños comienzan a darse cuenta de que el control que ellos tienen sobre las situaciones (que antes quisieron manejarlas desde afuera) es mucho mayor del que creían tener hasta hace un rato, ya no es una simple reacción frente a una dificultad cotidiana. De pronto observan que al modificar lo aprendido las situaciones cambian y aunque suene como algo obvio, para un niño se le abre un mundo al cual esperamos no escape jamás.
Lo que llamamos modificación de lo aprendido se reduce a lo que nuestro vocabulario podría indicar como desobediencia, no hacer lo que se debe. Y esto, de acuerdo a la sociedad en la que vivimos, es determinado por un montón de normas transmitidas a través de los años donde no cabe el cuestionamiento.
Ante la desobediencia producida, la reacción de quien quiere "educar" se supone debe ser cierta persuación para que el niño piense dos veces el cuestionamiento natural que está haciendo de la situación que está viviendo. Si la acción siguiente no es la esperada y la desobediencia se observa nuevamente, la reacción siguiente es la que considero como el gran problema. El llamado de atención utilizando la amenaza, provocando miedo y generalmente, la acción inicialmente deseada. Un ejemplo de la vida cotidiana sería que un niño no desea comer, siendo que el plato lleno de comida está frente a sus ojos. Sus razones pueden ser muchas, desde no tener hambre, pasando por el dolor de estómago o porque simplemente le desagrade lo que hay de comer. El intento para que el alimento cumpla su objetivo no funciona y lo más probable es que se recurra a pronunciar palabras de amenaza como " si no te comes la comida te voy a acusar a tu papá/mamá". Eso significa un posible castigo, materializado quizás en la prohibición de alguna actividad del gusto del niño. Y al ser esta la forma en se obtiene el comportamiento esperado, pasa a ser el recurso más utilizado y se transforma en la única manera de hacer funcionar a la persona como se desea, creando a la vez la base de una relación de poder y estableciendo las armas que disparan el temor a ser como se quiere ser. Así, se crean parámetros de comportamiento que en muchos casos pueden permanecer intactos para toda la vida sin ningún cuestionamiento.
Las personas crecemos y vivimos con miedo. En el trabajo, el estudio, en las relaciones interpersonales. En la vida. En el mundo. Miedo a ser infelices (siguiendo la idea de felicidad indicada desde niños por nuestros padres y a ellos por los suyos). Y lo que no se cuestiona es la idea de felicidad que tiene cada uno, que sin duda, es siempre distinta. Y tampoco es siempre el fin de nosotros.



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